Momias, Parte 6: El libro de los Muertos

Escena del Libro de los muertos, Museo Egipcio de Turín

Los egipcios no se quedaban tranquilos con el solo hecho de haber conseguido una momificación exitosa y un bonito sarcófago. Estaban convencidos de que su viaje al mas allá estaba lleno de monstruos, obstáculos y trampas que lo convertían mas que un paseo, en un complicado concurso de pruebas.

Originalmente y con el objetivo de poder ayudarse en su periplo hacia a la eternidad comienzan a aparecer textos escritos en tumbas y pirámides que contienen formulas mágicas y guías para poder sobrevivir este lapso, ayudas evidentemente solo accesibles a la realeza. Más tarde podemos encontrar una serie de escritos con la misma función en los ataúdes, textos de los que anteriormente hemos hablado, denominados textos de los sarcófagos. Todo esto desemboca ya en el Imperio Nuevo a que cada momia fuese sepultada con un papiro que recogía a forma de guía o manual de uso todo lo que había que saber sobre el difícil camino hacia el más allá. Este manual es conocido como el Libro de los muertos.

Como si de las etapas de un videojuego se tratara, las andanzas de la momia, si ésta no se había quedado por el camino, terminaban en una sala conocida como la Sala de las dos verdades, donde le esperaba un tribunal.
De derecha a izquierda, el difunto, vestido de blanco es recibido por Maat, diosa de la verdad, fácilmente reconocible por la pluma que tiene sobre la cabeza. El corazón del difunto es pesado en una balanza, que en su otro plato tiene una pluma, los resultados de la operación son apuntados por Tot, que tiene cabeza de ibis. Sentado y presidiendo el tribunal está Osiris, sobre la escena un conjunto de 42 jueces encargados de administrar diferentes castigos por diferentes transgresiones cometidas. Un ejemplar del libro de los Muertos expuesto en el Museo Egipcio de Turín

Para que el juicio resultara favorable el corazón no podía pesar mas que la pluma. Se podía engañar al tribunal y a la balanza con trucos contenidos en el libro de los muertos. En caso contrario, y una vez que el difunto era declarado culpable, una bestia llamada Ammit, que tenía cabeza de cocodrilo, cuerpo de leona y patas posteriores de hipopótamo, se comía el corazón.

Teniendo en cuenta que no todo el mundo sabía escribir ni realizar representaciones artísticas, este libro, que era realizado por encargo a profesionales especializados, en muchos casos personalizado para cada cliente, suponía un importante desembolso a la hora de adquirirlo. Evidentemente calidades y precios iban a la par y era un elemento de consumo más que se añadía a la lucrativa industria egipcia de la vida después de la muerte.

Ejemplares de papiro del Libro de los muertos. Museo Egipcio de Turín